Estás en clase, pasan los minutos y entre bostezo y bostezo aumentan tus ganas de dejar de escuchar, irte y no volver nunca más. Entre bostezo y bostezo, te das cuenta, de que así es la vida; monótona, todos los días iguales. Pero entre bostezo y bostezo también te das cuenta de que hay personas a tu lado que si no estuvieran ahí tu vida no sería la misma. Te das cuenta de que, aunque él esté a saber dónde, cuando piensas en su sonrisa le puedes sentir cerca, muy cerca, tanto, que incluso puedes escuchar los latidos de su corazón.
Es él, por el que me levanto veinte minutos antes para leer un mensaje suyo, él, que aparece en mi mente siempre y hace que sienta el deseo incontenible de pintarme su nombre en el brazo. Él, quien me hace sonreír pese a que ya no tenga ganas, él, el que consigue que se me acelere el corazón cada vez que recibo un mensaje privado suyo. El que viene a mi cabeza a primera hora de la mañana, y consigue que desatienda a las explicaciones del profesor sólo para escribirle todo esto, y es que por mucho que diga, soy una niña buena. Simplemente, es él, que poquito a poquito, se ha convertido en alguien demasiado especial en mi vida.
Es él, por el que me levanto veinte minutos antes para leer un mensaje suyo, él, que aparece en mi mente siempre y hace que sienta el deseo incontenible de pintarme su nombre en el brazo. Él, quien me hace sonreír pese a que ya no tenga ganas, él, el que consigue que se me acelere el corazón cada vez que recibo un mensaje privado suyo. El que viene a mi cabeza a primera hora de la mañana, y consigue que desatienda a las explicaciones del profesor sólo para escribirle todo esto, y es que por mucho que diga, soy una niña buena. Simplemente, es él, que poquito a poquito, se ha convertido en alguien demasiado especial en mi vida.
SMMC
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