Los bajones vienen igual que se van.
Suelo ser muy optimista, hasta que llega el día que me estampo contra el suelo, ¡PAM!, y porrazo de la hostia. Así, inesperadamente. Y quizá el motivo venga de hace tiempo, quizá seas tú, quizá un cúmulo de todo, quizá ni lo sepa yo e intente destrozarme lentamente, separando de mí lo que más quiero. Porque esa es la reacción del ser humano ante los problemas o malestares sin su debido porqué o sin saber exactamente cuál de ellos es: el que te jode por dentro quemándote las entrañas, impidiéndote ser tú y robando tu felicidad, el que apenas te hace llorar pero duele mucho más que cien lágrimas derramadas. Jodida reacción, que me hace estar más borde de lo normal y nadie se salva, maldita sea.
Pero despiertas de el pequeño mini-coma que te ha causado la caída, quieres levantarte como sea para ver que te has perdido del mundo, qué coño ha pasado mientras tú estabas sin batería. Te cambias el tono de llamada por uno que no puedas cantar, saltas para hacer temblar el suelo, ríes para provocar huracanes. Vuelves a renacer, de nuevo, como en otras ocasiones, dejando el puñetero suelo con otra colchoneta y poniéndote tacones asumiendo el riesgo. Y, como no, victoria por méritos propios. Siempre me levanto yo sola, para recuperar lo perdido.
Pero despiertas de el pequeño mini-coma que te ha causado la caída, quieres levantarte como sea para ver que te has perdido del mundo, qué coño ha pasado mientras tú estabas sin batería. Te cambias el tono de llamada por uno que no puedas cantar, saltas para hacer temblar el suelo, ríes para provocar huracanes. Vuelves a renacer, de nuevo, como en otras ocasiones, dejando el puñetero suelo con otra colchoneta y poniéndote tacones asumiendo el riesgo. Y, como no, victoria por méritos propios. Siempre me levanto yo sola, para recuperar lo perdido.
SMMC
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